En pleno julio, la costa atlántica argentina no es sinónimo de verano. Sin embargo sus límites expansivos, de playas amplias y mar furioso, resguardan pequeños lugares escondidos dentro de este paisaje a cielo abierto.
Este es el caso de Rocas Negras, un pequeño poblado de Mar del Sud, que se llega transitando la Ruta 2, ubicado a sólo 17 km de la ciudad de Miramar.
La fuerza de este paisaje marítimo y desolador encierra cierto encanto místico o sobrenatural.
La presencia de una virgen en la punta de una pequeña duna, que separa dos playas de pescadores y arena gruesa, vuelven corpórea esa apacible y poderosa sensación, dentro de esta geografía agreste.
Un pequeño pueblo, de pocas casas habitadas, le aportan algo de color a este rincón del plantea, donde la erosión del viento y el sonido continuo de las olas es, quizás, todo lo que impera.

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