Es que no podemos tener tanta suerte. Fijate que todo coincide en este viaje: el posgrado de género, la marcha de las antorchas, la Celac y Cristina en La Habana”, me dijo Natalia Roca con la emoción a flor de piel, mientras acomodábamos nuestro equipaje en la habitación “A” del Hotelito El Costillar de Rocinante.
Ya nos habíamos regalado el ritual ineludible de ver caer la tarde, caminando juntas por el malecón, a la altura de G, donde se erige el monumento a Calixto García. Una experiencia inmejorable, contemplando un sol generoso que aquel día de bienvenida se permitió el lujo de colorear el cielo de la capital cubana con sus mejores tonos rosados y magentas.
— “Tenés razón Naty”, le respondí en sintonía. “¿Y sabés qué?”, agregué como quien antecede un prólogo dudoso frente a la aparición de una idea alocada.
— “¿Qué?”, me respondió ansiosa.
— Estamos alojadas a menos de diez cuadras del Hotel Nacional, donde está Cristina, entonces ¿por qué no le escribimos una carta y se la hacemos llegar personalmente?
—
Dale. Lo hagamos. Le contemos de nuestra militancia para que se reglamente y aplique la Ley de Parto Respetado.
— Claro!
— “Bueno, ¿cuándo la escribimos?”, me precisó Roca, con la misma velocidad con la que dispara su cámara de foto.
Sumergidas como estábamos en esa vorágine de sentir que si habíamos llegado juntas hasta La Habana, en el cruce de tantas coincidencias, efectivamente debíamos creer que el universo conspiraba a nuestro favor. Ese lunes 27 de enero, después de desayunar y con el entusiasmo propio que significa materializar la idea de una comunicación con la presidenta, le dimos forma a la esquela de la siguiente manera.
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27 de enero de 2014, La Habana, Cuba.
Querida Cristina: Somos Irina Morán y Natalia Roca –comunicadoras y fotógrafas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)- y estamos felices de poder coincidir con vos durante estos días en La Habana, Cuba.Además de sentirnos orgullosas y felicitarte por tu trabajo en la Celac, y en especial por todas las políticas de integración con América Latina, queremos contarte que hemos sido invitadas por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí para exponer nuestra campaña de difusión Mujeres por un Parto Respetado, realizada el 25 de noviembre de 2013, en el marco del día internacional por la eliminación de la violencia hacia la mujer.Esta campaña es un trabajo colectivo de sensibilización, respaldado por la UNC, cuyo objetivo es informar y empoderar a las mujeres y familias argentinas para que conozcan sus derechos relacionados al proceso de parto y nacimiento, amparados en la Ley Nacional 25.929 de Parto Humanizado.El contenido de esta ley –sancionada en agosto de 2004– resulta de vanguardia en el contexto de América Latina y está en sintonía con todas las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.Sin embargo, la Ley 25.929 aún no cuenta con su debida reglamentación, por lo tanto no está siendo aplicada en la mayoría de los Hospitales públicos y privados del país. De esta manera, se vulneran de manera cotidiana los derechos de las mujeres y niños recién nacidos, bajo prácticas denominadas como violencia obstétrica.Conscientes del trabajo extraordinario que se viene desarrollando durante tu gestión, en materia de ampliación de derechos ciudadanos, te hacernos llegar personalmente esta carta, para que conozcas nuestro trabajo y ponernos a tu entera disposición a los fines de seguir colaborando para lograr la plena aplicación de esta Ley en Argentina.
Con todo nuestro cariño y admiración. Mucha fuerza!!!
Irina y Natalia
En el final del texto, les dejábamos el detalle de nuestros datos, ante la finita ilusión de recibir, en algún momento, una de respuesta. Previo a su entrega, decidimos compartir nuestra misiva diplomática con Herminia Rodríguez quien, después de una lectura filosófica y colmada de humanidad, nos bendijo con su mirada luminosa.
Caminamos desde la Avenida de los Presidentes, por la calle 21, hasta llegar al Hotel Nacional. La seguridad en La Habana, por aquellos días, resultaba extrema. Y no era para menos: 33 mandatarios del mundo se daban cita en Cuba para declarar a América Latina y el Caribe zona de paz.
—“¿Qué hacemos si alguien nos detiene y nos pregunta algo?”, me susurró Natalia, a pocos metros de llegar a la caribeña entrada del Nacional.
—“Vos caminá con la seguridad de imaginarte que estás alojada aquí dentro”, se me ocurrió decirle sin detener el paso, mientras ambas sonreíamos al ver que, sin ninguna interrupción, lográbamos ingresar al interior de un edificio tradicional, que data de 1930, cuyas paredes y huéspedes han sido tan testigos como protagonistas de la historia de Cuba.
Con el sobre en nuestras manos decidimos primero recorrer el pasillo principal del Hotel y observar el ambiente que, durante esos días, se caracterizaba por el continuo movimiento de delegaciones oficiales, turísticas y extranjeras. En ese contexto, nos resultó natural observar en el patio del Hotel a colegas argentinos cubriendo la intensa agenda de los distintos mandatarios que arribaban a Cuba para participar de la Celac. Incluso consideramos buena idea acercarnos y conversar unos minutos con los periodistas de Buenos Aires.
—“¿De dónde son?”, nos preguntó con amabilidad un colega de Tiempo Argentino, que compartía su mesa de trabajo con Victoria Ginzberg de Página/12.
—“De la Universidad Nacional de Córdoba y queríamos entregarle una carta a Cristina”, le respondimos.
—Ah perfecto. La gente de prensa y de protocolo de la presidencia hasta recién estaban por aquí. Si ustedes quieren, nosotros le entregamos su carta.
—“No, está bien. En todo caso, nosotras los buscamos a ellos y se la entregamos personalmente. De todas maneras, gracias”, le respondimos convencidas de querer protagonizar nosotras la bendita entrega. Con esa información, el paso siguiente era llegarnos hasta la recepción del Hotel y pedir hablar con el equipo de protocolo que acompañaba a Cristina en La Habana. Allí nos delegaron con un responsable cubano, cuya función era la dar respuesta a toda la delegación argentina. De manera muy amable, el empleado del Nacional nos escuchó y se dispuso a localizar en el Hotel a la gente de protocolo que secundaba a Cristina. En ese momento no tuvo mucha suerte, pero se ofreció de manera muy gentil a trasmitirles nuestra inquietud apenas los localizara.
— “Esta bien”, le respondimos. “Nosotras vamos es estar en el patio del Hotel y si lográs encontrarlos, le decís que los estamos esperando”.
Con Natalia cruzamos un par de miradas, advirtiendo que aún seguíamos con el sobre en nuestras manos.
—“Tomemos un mojito y esperemos un poco” le dije a Naty sin perder las esperanzas. “Además, como última instancia, si no logramos dar con la gente de protocolo, siempre vamos a tener la chance de dejar la carta con los periodistas de Buenos Aires”.
— “Dale, te invitó yo”, me respondió ella con la alegría genuina de celebrar estar conociendo La Habana, dentro del Nacional y tan cerca de Cristina. Yo comencé a desgranar anécdotas sobre mis viajes anteriores a Cuba y Natalia se daba el gusto de hacer algunas fotos. El tiempo se espiraba más rápido de lo previsto, mientras observábamos los detalles arquitectónicos de un Hotel que se distingue en la ciudad por su edificio color crudo de dos torres, que se impone desafiante ante el mar sereno que rodea la isla. Pero sobre todo, su nombre trasciende las fronteras de Cuba por las vivencias que atesora. Personalidades tan disímiles como Nat King Cole, Winston Churchill, Ernest Hemingway, María Félix, Jean Paul Sartre, Simon de Bouvoir, Bola de Nieve, el propio Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara han estado allí y son parte de su mítica historia.
Dentro de esa atmósfera estábamos, cuando de repente vemos aparecer dos hombres vestidos con traje azul, más una mujer treintañera de pelo castaño y tez blanca, caminando resueltos y con algo de curiosidad por el sendero principal del patio del Hotel.
— Naty, esos tres son argentinos.— ¿Cómo lo sabés?
— “No sé, la forma de caminar”, le respondí algo intuitiva. “Yo creo que son los de protocolo, así que me voy a acercar a preguntarles”.
Mientras caminábamos hacia ellos, me daba la sensación que la mujer treintañera, escotada por los dos hombres de azul, también nos miraba. Cuando finalmente nos encontramos, a menos de un metro de distancia, la mujer nos interpela:
— Perdón, ¿Ustedes son Irina Morán y Natalia Roca?
—“Si”, le respondimos con una sonrisa que despejaba cualquier tipo de dudas.
— ¿Cómo les va?, Nosotros somos de Protocolo de Presidencia de la Nación y nos acaban de informar en Recepción que ustedes querían entregarle una carta a Cristina.Inmediatamente comenzamos a conversar en un tono muy distendido y le explicamos las razones que nos habían motivado a escribirle a la presidenta. La mujer se tomó el tiempo de explicarnos que Cristina se encontraba en esos momentos descansando porque le esperaba, al día siguiente, una jornada muy larga. —El domingo 26 de enero, Cristina, acompañada por su hija Florencia, ya había compartido un almuerzo con Fidel Castro y se preparaba para el martes 28 de enero, donde tendría su intervención pública ante el auditorio completo de la Celac—.
—“Entendemos perfectamente”, le dijimos nosotras. Al tiempo que depositábamos con confianza, en las manos de la mujer, nuestro sobre dirigido a la presidenta. Uno de los hombres vestidos de azul, de pelo algo canoso y mirada cristalina , antes de retirarse nos dijo con cierta complicidad:“Yo también soy de Córdoba, así que quédense tranquilas que esta carta le llega a la presidenta”.
Con Natalia nos miramos felices, sintiendo que habíamos cumplido con éxito nuestra meta. Aún no tenemos la certeza absoluta de que Cristina haya leído nuestra carta. Pero al menos la periodista Victoria Ginzberg, en el último párrafo de su nota Un domingo memorable, —publicada el 28 de enero en Página/12—, también daba cuentas de nuestras gestiones de comunicación en el Hotel Nacional de Cuba.
Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner, ese mismo martes 28 de enero de 2014, en La Habana, intervenía en la II Cumbre de la Comunidad de Estados de Latino América y el Caribe (Celac), con un discurso impecable sobre cómo “La integración no debe ser tema de agenda sino una política de Estado.«