Llevaban dos meses y medio amándose a un ritmo alocado. Nada los estimulaba más que devorarse con furia y descontrolada pasión. Pero después de calmar el deseo ardiente que les provocaba el simple roce de sus cuerpos, las escenas más deliciosas venían con la calma del después. –¿Sabes?, le dijo él, una de esas acaloradas…