No Má, me rindo. No me quiere y yo no la voy a querer.

Todo empezó con esas palabras. Me había resignado a no quererla. Para mí sólo había una gatita y esa era Valentina.  Mi corazón seguía en duelo por su pérdida. No la quería y no la iba a querer, o eso era lo yo que pensaba. Tampoco ella me ayudaba mucho a cambiar de opinión. Huía de mí o si tomaba confianza, me mordía o rasguñaba.
La pobre no tenía la culpa. Creo que tenía algunos traumas psicológicos, ya que en Córdoba habían ocurrido las inundaciones y una de las zonas más afectadas fueron Sierras Chicas, lugar de donde ella venía.
La cuestión es que no era muy carismática y le costaba bastante la relación con cualquier ser humano.
Después de varios meses, Boni se fue adaptando a esta nueva vida. Yo fui cicatrizando mi duelo con Valentina y las dos nos fuimos acercando, poco a poco.
Al principio era una relación de conocidas, después nos fuimos acercando más.
Boni y yo todavía no nos entregábamos del todo: muchas veces yo estaba leyendo en mi cama, ella se acercaba hacia mí y yo bajaba la mano para acariciarla. Acto seguido me mordía.
¿Cuándo lograríamos finalmente acercarnos?
Pasaron meses -largos meses-, y por fin ambas decidimos darnos amor. Tanto pero tanto amor.
Desde esa vez que dije que no me resignaba a quererla, tampoco me imagino un día sin ella. Una mañana sin despertarme con sus maullidos. Una vuelta del colegio sin que ella me reciba.
Una siesta sin su patita en mi corazón…

Por Lu Barceló.

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