Cuando soñamos, cuando acariciamos un deseo e irremediablemente proyectamos una idea sobre cómo avanzar para concretarlo, estamos dando allí un paso muy importante. Pero quizás, el más significativo de todos sea abrirnos siempre a una nueva forma o posibilidad. Al misterio de que algo diferente, o no previsto, suceda.
Y sobre todo, a no cerrar las puertas cuando los sueños aparecen y laten con tanta intensidad. A mirarlos de frente, a darles espacio, a lanzarse, a confiar. Porque al igual que el mar o la marea abierta son una pulsión imprescindible para experimentar o sentir de cerca la felicidad.